lunes, 7 de marzo de 2022

DOCUMENTAL: TRES CANTOS A LENIN / DZIGA VERTOV - 1934


Rafael Alberti, Tres canciones sobre Lenin

Dziga Vertov es uno de los jóvenes maestros, ya maduros, de la cinematografía soviética. Al principio de su vida, antes de la Revolución, rodó por todas las Facultades de Ciencias y de Letras; se matriculó en el Conservatorio; intentó poemas, que los editores le rechazaban, creyéndose entonces obligado a pintarlos por las vallas y las paredes, a falta de papel donde imprimirlos. Sólo un año después de la gran victoria de octubre encontró, por fin, su verdadero camino: el cine. En medio de los fríos, el hambre, las epidemias y la guerra civil, hizo sus primeros ensayos. Eran los años terribles, los años desnudos, cuando Lenin, sobre un camión, salía a tranquilizar con su palabra, a consolar con su presencia al inmenso pueblo que le había seguido. Era la época en que Maiakovski recitaba a plena voz sus poemas de ira y entusiasmo, mientras que por la noche, a cuarenta grados bajo cero, iba quemando de uno en uno los volúmenes de su biblioteca para que la sangre no se le helara en las manos y seguir escribiendo. Así, cuando Rusia era atacada en todos sus frentes por los ejércitos blancos, ayudados por la intervención de catorce países extranjeros, y de las guardias rojas victoriosas iba surgiendo el ejército de la Revolución, Dziga Vertov realizaba sus experiencias técnicas, sus largos ensayos anónimos, todo ese duro camino que le llevó a desembocar en sus tres grandes films: La pupila del cine, premiado en un concurso internacional de París (1925); El hombre y la cámara (1928), y, ahora, estas Tres canciones sobre Lenin, que nos invita a ver privadamente, antes de su estreno en Moscú.

1. “Mi rostro estaba envuelto en tela negra”... Así canta una voz cubierta por un velo, o una sombra de larga sábana movida, tapada con un cubo la cabeza. Hay muchos cantos sobre Lenin. Todo el proletariado internacional lo celebra en himnos y marchas, que son repetidos por las calles, en las manifestaciones, a la salida de los mitines. Pero los cantos más hermosos suenan en el Oriente. “Mi rostro estaba envuelto en tela negra”... “En negra cárcel estaba prisionero mi rostro”... Pero la voz de Lenin llegó un día, en medio de banderas, por los desiertos y caminos de Asia. Los velos cayeron de los rostros, mientras que las viviendas miserables, los campos pobremente cultivados, iban convirtiéndose, ante los ojos atónitos de los brujos y viejos sacerdotes, en magníficas fábricas, escuelas, granjas agrícolas rodadas de tractores. Cuando el marido vio que la mujer traía dinero a casa, comenzó a respetarla, hablando bien de ella. “En negra cárcel estaba prisionero mi rostro”... Pero Lenin descorrió el velo de todos estos pueblos orientales, olvidados por el zar, emancipando a la mujer, librándola de la esclavitud de los hombres, que hoy comparten con ella los trabajos del campo y de la fabrica.

—Yo no comprendía –nos cuenta Dziga Vertov–, cuando estaba entra los turcomanos haciendo esta primera parte de mi film, por qué siempre, al encontramos alguna madre con su niño, se abría la túnica en seguida, ofreciéndole el pecho. Una vez bajaba yo hacia el rio, seguido de mi operador. En la orilla, a la sombra de un árbol, había sentado un coro de muchachas de quince a veinte años, todas con sus pequeños en los brazos. En cuanto nos vieron aparecer, como si alguien tocara un resorte invisible, saltaron de las telas de colores los pechos, que los niños cubrieron ávidamente. Al fin, pude enterarme por mi intérprete:

—Los niños chicos lloran cuando ven extranjeros. Si maman, no los ven.

2. “Dio su sueño, su sangre, su cerebro, todo lo que tenía”... Lenin, ya enfermo, vive hace algunos meses en Gorki, cerca de Moscú. Allí, bajo los grandes árboles de una finca, existe un banco de madera. “Cuando estés triste, puedes ir a sentarte donde él descansaba”... Porque Lenin ha muerto. “Le quisimos como a nuestras estepas, como a nuestros ríos hermosos”... Todos le seguimos –era octubre– a través del fuego, del frío, del hambre, de la muerte. Y vemos cruzar la caballería de Budiony por las largas llanuras heladas; a las guardias rojas batiéndose en las calles de Petrogrado, de Moscú, del este, del oeste; a los obreros defendiendo las fábricas. “Le hemos amado igual que a un padre”... Su banco ya está solo, cubierto por la nieve. La vida se para en todas partes. Los caminantes del desierto, callados, hacen alto en los mares de arena. Enmudecen las chimeneas, los motores. Ha muerto Lenin. Los cañones de los acorazados hacen salvas de luto en los hielos polares, en los golfos y las bahías, a la orilla del Neva, en los puertos lejanos del mar Negro. “Dio su sueño, su sangre, su cerebro, todo lo que tenía”... A Moscú llega un tren con su cadáver. En la radio de las aldeas, las familias libertadas de Oriente buscan la onda de Moscú, y “La Internacion” lleva hasta el corazón del Asia el eco doloroso de la Plaza Roja.

—Cuando Lenin murió, yo fui quien hice el reportaje de aquellos terribles días de frío. Algunos de los trozos incluidos en este film no han sido mostrados hasta ahora –dice Dziga Vertov–. Si me estuviera permitido, le daría para España las fotos que más le interesasen.

—Que son aquellas de los miembros del Comité central haciendo la guardia, de dos en dos, ante el cuerpo de Lenin. Allí están Lunacharski, qua hubiera sido primer embajador de los Soviets en España, y Dzerjinski, jefe de la Tcheca, hoy ya muertos; Stalin, muy joven todavía, con Kalinin, Bujarin, Bubnov y demás grandes hombres de octubre, velando a su maestro, mirado por millares de ojos llorosos o espantados, venidos de toda Rusia para decirle adiós al camarada y “padrecito”.

—El film se estrenará en los primeros días de otoño. No olvidaré enviarle las fotos que me pide. Entonces podré hacerlo.

3. “En una gran ciudad hay una casita. Cuando tengas el corazón triste, vete a visitarla.” Alude esta canción al mausoleo de Lenin en la Plaza Roja. El Lenin hombre ha muerto, pero mirad surgir su obra por todas partes. Ved los enormes campos colectivizados, los ejércitos de tractores saliendo de las nuevas fábricas, la electricidad iluminando las más oscurecidas aldeas. Escuchad hacia el norte las ondas del canal Stalin, uniendo al mar Blanco con el Báltico, y, sobre todo, oíd el estruendo de las aguas del Dniéper, cayendo de la presa más gigante del mundo. “En una gran ciudad hay una casita”... Allí está muerto Lenin. Pero lo que él quería para sus obreros es ya una realidad.

—Han opinado y a sobre mi film Wells, Ehrenburg, Anderson Nexöe, André Malraux, Louis Aragón y otros escritores extranjeros, huéspedes de nosotros.

—¿Y...?

—Todos auguran un gran triunfo para la cinematografía soviética.

—Así pensamos nosotros. Aunque España, siguiendo su costumbre hacia los mejores films venidos de la U. R. S. S., le cierre sus fronteras.

Moscú, agosto 1934.

(Rafael Alberti, “Segundo noticiario de un poeta en la U. R. S. S. Tres canciones sobre Lenin”, Luz, Madrid 5 septiembre de 1934, pág. 1.)

En: https://www.filosofia.org/mon/mav/n001.htm